Historia de Grecia hasta la democracia

1. Introducción

El conjunto de los pueblos que formaba la Grecia antigua se agrupaba en unas comunidades de reducido tamaño, llamadas por los griegos πόλεις. Estas comunidades generalmente se caracterizaban por su dinámica cerrada —los ciudadadnos eran los que tenían el derecho exclusivo de ejercer los cargos públicos— y por el predominio de lo público frente a lo privado. Este tipo de comunidad es a lo que los antropólogos han llamado "una comunidad corporativa y cerrada".

También cabe destacar la ausencia de una identidad política única, pues las ciudades-estado que eran las πόλεις mantenían completa independencia entre sí. Esa propiedad seguramente se vio afavorecida por la configuración geográfica de las tierras griegas, pues a menudo cadenas montañosas impiden la comunicación entre los pueblos que allí se sitúan y dificultan así su cohesión en unidad política. Mas las diferencias no se reservaban tan sólo al terreno de la política, sino también a aspectos socio-culturales. Así hallamos la existencia de diversos dialectos del habla griega como el jonicoático (que se hablaba en la zona del Ática y Jonia), además de sutiles diferencias religiosas, como la veneración en determinados lugares de divinidades locales. Surgieron también conflictos, algunos de importante relevancia como la Guerra del Peloponeso, que enfrentaron a diversas ciudades-estado griegas deseosas de imponer su autoridad (política y/o comercial) en el territorio.

La ya mencionada austeridad del territorio y la falta de zonas fértiles que dieran abasto a las crecientes necesidades de las comunidades provocó un movimiento de población considerable hacia allende mar en busca de tierras para poblar. Dio comienzo así la colonización griega del Mediterráneo. Las nuevas comunidades eran fundadas por sus respectivas metrópolis, aunque el carácter que las unía era exclusivamente sentimental o religioso, pues la independencia y la autonomía política y socioeconómica de las colonias eran completas. Se expandió así por el Mediterráneo, el Egeo y el mar Negro la civilización Griega. A todo ese conjunto de pueblos griegos se le suele llamar Hélade.

En la mentalidad griega influyó en gran medida la religión, en lo que hace referencia a las creencias, mitos y leyendas. Muchas de estas narraciones plasmaban las preocupaciones de los griegos de aquellos tiempos y marcaron profundamente la mentalidad de la época en muchos aspectos. Una revolución en este sentido fue la filosofía, que cambió radicalmente los esquemas de la época y sentó las bases para el futuro desarrollo de métodos científicos, que omiten la religión como explicación para las cuestiones que preocupan al hombre, y acude a la razón del mismo para solucionar sus dudas y problemas.

2. Inicios de la época clásica

Se considera que las primeras confrontaciones de los pueblos griegos con el Imperio persa dieron entrada a la época clásica.

Hasta aquellas fechas, los griegos se habían expandido por todo el Mediterráneo, aunque viéndose frenados en occidente por etruscos y cartagineses y en oriente por la presencia inmediata del reino lidio en la península Anatólica, en contacto con Jonia. Los griegos tuvieron relaciones muy diversas con los lidios, desde períodos de guerra hasta relaciones amistosas. Pero la situación se desestabilizó aún más con la absorción de Lidia por los persas el año 546 aC. Apenas no quedaba más solución que una capitulación honrosa por parte de los pueblos griegos que les permitiera integrarse en el imperio persa manteniendo la mayor autonomía posible.

Los persas llevaron a cabo una expedición contra los escitas, hacia el 513 aC, que, aunque acabara en rotundo fracaso, comportó la adición de Tracia al Imperio persa. Así las colonias griegas del Helesponto y de las costas del norte del Egeo pasaron a dominio persa, reduciéndose considerablemente su independencia política y sus posibilidades comerciales, además de haber de pagar tributos (aunque reducidos) y tener que contribuir al ejército persa con hombres y naves. Estos hechos tuvieron repercusiones económicas en toda Grecia, pues el dominio que empezaron a ejercer los persas en el Egeo se hizo notar. El descontento y la tensión eran cada vez más acuciantes y era predecible una rebelión inminente.

El estallido fue la revuelta de los jonios, que tuvo lugar a comienzos del siglo V aC. Aristágoras, tirano de la ciudad de Mileto, aconsejó al sátrapa persa que emprendiera una expedición naval con el objetivo de conquistar la isla de Naxos, confiado en que se le adjudicaría a él la dirección de la flota. Pero sus ardides se vieron frustrados, pues Darío encargó dicha misión a un persa, que además terminó en fracaso. Aristágoras, sin alternativa, inició la rebelión abierta contra el persa, tratando de conseguir el mayor apoyo de las demás fuerzas griegas. Sin embargo, Atenas fue la única en socorrerles con veinte barcos. La indiferencia y las hostilidades mutuas entre las comunidades griegas predominaron sobre cualquier tentativa de unidad. La confederación cultural panjónica se transformó en un organismo político provisto de un consejo común e incluso puso en circulación una moneda única. Mas la falta de organización, de una estrategia clara, de un mando firme y de un objetivo determinado que diera razón de ser a la rebeldía mermaban los ánimos. El único triunfo de los insurrectos fue la captura y posterior incendio de Sardes, la capital de la satrapía. Con este hecho consiguieron aumentar el número de insurrectos desde los estrechos del Helesponto hasta Chipre. No obstante, con ello despertaron también un mayor recelo en la corte persa, cuyo contraataque fue contundente: primero volvieron a someter Chipre, y más tarde las ciudades del estrecho. Una vez reinstaurado el orden en estas regiones el potencial persa se concentró sobre la Jonia rebelde. La batalla decisiva en este aspecto se libró en las aguas de Lade, hacia 495 aC. Los jonios fueron derrotados, y Mileto tomada al asalto el 494 aC y su población, deportada a Mesopotamia.

Tras estos episodios y la reinstauración de la soberanía de los persas en la región, éstos actuaron con cautela y moderación política, aumentando la autonomía de los territorios griegos incorporados a Persia. El declive económico se acentuó y el gran período de florecimiento de Jonia pasó a la historia. Ésta región tendría que esperar hasta los inicios del período helénico para resurgir.

Los persas llevaron a cabo una nueva expedición relativamente modesta desde Cilicia hacia el Egeo el año 490 aC, con el propósito de establecer por todas partes regímenes vasallos. Para llevar a cabo aquella empresa combinaron el uso de la fuerza con acciones propagandísticas. El caso de Atenas se diferenciaba por la presencia de Hipias en la escuadra persa. Probablemente convencería al almirante para que desembarcara en el Ática, esperando encontrarse con una Atenas poco dispuesta a ofrecer resistencia por la presencia de una facción en el interior de la ciudad favorable a los persas. Pues bien, Hipias se equivocó, porque en Atenas, Milcíades había convencido a la asamblea de ofrecer resistencia armada. En septiembre los persas desembarcaron en Maratón y los atenienses, bajo el mando de Milcíades, acudieron al lugar y dieron batalla, sin esperar si quiera los refuerzos espartanos, que se vieron obligados a una retirada humillante. Lo que para los persas significó una derrota de ínfima importancia (habían logrado su objetivo, el de afianzar sus fronteras en occidente) fue ensalzado por el lado de los atenienses y adquirió un importantísimo valor moral, ya que significó para los atenienses una importante muestra de la fuerza de sus instituciones y de su propio valor. Pero Atenas, vista desde la lejanía de la corte de Persépolis, poco inquietaría a su rey.

3. La Segunda Guerra Médica

En el período de 10 años que siguieron a los primeros enfrentamientos, se sucedieron diversos hechos, tanto al lado de los persas como en el de los griegos. Darío tuvo que hacer frente a diversas rebeliones en su territorio, concretamente en Babilonia y Egipto. Al morir Darío en el año 486 aC, su sucesor, viéndose abrumado por todos estos problemas, apenas tuvo ocasión de ocuparse de la lejana Grecia. Allí también tuvieron lugar acontecimientos diversos. Atenas había sido el escenario de ásperas luchas entre las personalidades más destacadas por el poder, y esta circunstancia afectó de forma decisiva el desarrollo de las instituciones. Se configuró en esa época el procedimiento llamado ostracismo, que pretendía salvaguardar el estado ateniense de aquéllos ambiciosos que aspiraran a detentar un poder excesivo. Se trataba de acusar a una persona en este sentido, cuyo nombre era escrito en una pieza de cerámica (ὄστρακον). Si los votos a favor de acusar a dicha persona era igual o superior a 6000, era expulsado de la ciudad. También por aquel entonces, hacia el 487 aC, los nuevos arcontes fueron por vez primera elegidos de entre una lista de candidatos previos elaborada por los demos. Así, se fue debilitando el carácter exclusivamente eupátrida del Areópago, adonde iban a parar los ex-arcontes y que simbolizaba el baluarte fundamental del poder de la aristocracia en Atenas. En el resto de Grecia seguían predominando las preocupaciones por temas de carácter regional o local, y la conciencia de una posible invasión inminente por parte de los persas era inexistente.

En medio de este contexto tuvo lugar la segunda expedición persa, que se diferenciaba de la primera por la inmensa superioridad militar en relación con el contingente anterior y por el liderazgo del propio rey. La invasión comenzó con el paso de las tropas griegas por el Helesponto. De nuevo los persas intentaron aprovecharse de las tensiones y contrariedades entre los propios griegos y se sirvieron de la combinación de intimidación y fuerza y propaganda. La invasión repercutió en las relaciones de las πόλεις de tal forma que incluso acentuó las diferencias. Sólo 30 estados firmaron en Corinto una alianza para afrontar el peligro persa por las armas, en medio de un contexto mayoritariamente indiferente y frío. Los espartanos y sus aliados eran los que dirigirían el enfrentamiento, en caso de haber uno, mientras que Atenas era el principal aportador de materias primas y otros recursos financieros.

En Atenas Temístocles supo convencer a la asamblea para que tales recursos fueran desviados a la construcción de una imponente flota naval, compuesta por 200 trieres (embarcaciones bélicas de tres filas de remeros a ambos lados). Esa flota resultaría clave para la futura hegemonía ateniense en el Egeo.

El primer obstáculo que tuvieron que afrontar los persas fue el paso de las Termópilas que flanqueaba la entrada a Grecia por el norte. Allí se habían situado los contingentes griegos bajo el mando de los espartanos con el objetivo de impedir el paso al invasor. Casi en paralelo se había situado la flota a la entrada del estrecho de Euripo para impedir el paso por mar de la escuadra persa. Mas sus planes de frenar a los persas fracasaron, pues éstos, informados por un traidor, hallaron un paso que les franqueaba la resistencia griega. Aún así, el sacrificio del rey Leónidas y sus 300 espartanos no resultó ser en vano, pues sirvió para proteger la retirada de la flota griega hacia el cabo de Artemisión. El esfuerzo espartano gozó de amplio reconocimiento en toda Grecia.

A pesar de ello, la entrada de los persas a territorios griegos hizo incrementar al número de partidarios de los persas entre los griegos. Todo quedaba en las manos de la flota que se había retirado hacia Salamina. Se inició un arduo debate sobre dónde debería llevarse a cabo la batalla contra el invasor, en el que Atenas supo defender sus intenciones amenazando a los demás con abandonar la lucha, y sus intenciones no eran otras que las de presentar batalla a los persas en Salamina.

El estratagema de Temístocles consistía en desalojar Atenas y dejar que los persas arrasaran una ciudad vacía, atrayéndolos acto seguido mediante un falso traidor, que informaría a Jerjes acerca de una supuesta huída en esa dirección de un reducto de combatientes atenienses, hacia la estrecha bahía que formaba Salamina frente a la costa del Ática. Jerjes ordenó el bloqueo de la salida de la bahía, pero al llegar allí, en lugar de un reducido grupo de atenienses fugitivos y asustados se halló frente a frente a una flota a toda regla, dispuesta para la batalla decisiva. En el reducido espacio de la bahía, los persas tuvieron serias dificultades para maniobrar y, chocando entre ellos, fueron una presa fácil para la escuadra griega, provista de embarcaciones más ligeras. El resultado de la lucha fue un auténtico desastre naval para los persas, quienes se retiraron hacia el norte para invernar en Tesalia. Resultó una victoria completa para los griegos, pues además de haber vencido al combatiente, se disipó toda amenaza por parte de los persas. Un factor decisivo, además de la gran habilidad táctica, fue sin duda el espíritu de lucha griego, pues eran conscientes de que se estaban jugando su propia supervivencia.

Pero la presencia de un numeroso ejército persa en tierra bajo el mando de Mardonio representaba aún un grave peligro para los griegos. La táctica persa no había variado tras la derrota de Salamina. Mardonio procuró un acercamiento con los atenienses negociando con ellos y tratando de atraerlos a su órbita de influencia. Atenas supo, por segunda vez, aprovecharse de la situación amenazando, en el contexto de otra disputa por el emplazamiento de la batalla, con ceder a los ofrecimientos. Ante el temor de esa situación, se aceleraron los preparativos y se congregó un enorme conjunto de tropas. Los acontecimientos obligaron, por vez segunda, a desalojar Atenas y refugiar a su población en la ciudad beocia de Platea, al lado de la cual tendría lugar la batalla. A comienzos de septiembre del año 479 aC se dio la batalla en la que los griegos, bajo el mando del espartano Pausanias, consiguieron una victoria abrumadora frente a los persas, que se retiraron hacia el norte. Se demostró una vez más la enorme superioridad de los hoplitas griegos, que luchaban por una causa bien propia (su misma existencia y autonomía), frente a los persas (la mayoría de los cuales eran mercenarios no dispuestos a dejarse la piel por la causa real).

En el curso del mismo año la flota ateniense acudió al auxilio de Samos y destruyó la escuadra persa allí situada. Con la derrota del contingente persa se aseguraba la hegemonía sobre el Egeo y poco tiempo después cayeron también las ciudades del Helesponto en manos griegas.

4. La hegemonía ateniense

A consecuencia del importante papel que había jugado Atenas en las confrontaciones con los persas su prestigio engrandeció considerablemente. Fue ampliamente reconocido el hecho de que sin la táctica de Temístocles, la resistencia de los atenienses a tentadoras ofertas de los persas, los recursos económicos y la flota de Atenas, los batallones peloponesios y la disciplina espartana no habrían sido suficientes para vencer el numeroso ejército invasor. Se afianzó el sentimiento patriota ateniense, exaltando el valor moral de una victoria laboriosa y trabajada y representándola como enfrentamiento entre un puñado de hombres libres contra un poderoso ejército. Atenas evolucionó hacia una democracia radical, gracias al poder ascendente de los remeros que tanta importancia habían tenido en la batalla de Salamina. Su posición de poder empezaba a divisarse y comenzó la rivalidad con Esparta, líder indiscutible de la confederación peloponesia. Se trazaron las líneas fundamentales del siglo V aC. Atenas irá consolidando el régimen democrático, promocionando una política expansionista, mientras Eparta se irá encerrando en sí cada vez más.

En el terreno político las represalias prometidas dieron paso al uso de una diplomacia basada en el tacto político, cosa que facilitó las cosas para Atenas. Allí, Temístocles impulsó la reconstrucción de las murallas de la ciudad, cosa que haría aumentar su grado de independencia en el caso de que hubiera una intromisión de un posible aliado en su política interior. Por otro lado, el doble papel de liderazgo de Esparta a la cabeza de la unión peloponesia y la griega para la defensa contra un posible ataque persa no se pudo mantener del todo. Estar a la cabeza de la defensa de los estados griegos contra la amenaza persa comportaba el control del Egeo y sus islas por una flota, que Esparta no podía ofrecer. Una serie de situaciones de inestabilidad interna de la πόλις impedían que Esparta mandase tropas para mantener bajo su influencia las zonas del Egeo, pues el latente riesgo de una sublevación hilota requería la presencia de las fuerzas en la ciudad. El deseo de hegemonía de Esparta dentro del Peloponeso se impuso de manera definitiva sobre la del Egeo, cosa que dejó el camino libre a una Atenas cuyo ascenso en el panorama helénico no había hecho más que empezar.

El año 477 aC se constituyó la Liga Ático-Délica, cuyo artífice era Cimón, alrededor de Atenas, en la que entraron a formar parte todos los estados griegos del Egeo y parte de los de Jonia. Era liderado por un consejo común y se obligaba a una contribución en naves o dinero (φόρος), proporcional a las capacidades de cada uno de los estados. El tesoro se situó en Delos y se encargaron unos tesoreros (hellenotamos, Ἑλληνοταμίαι) que lo custodiaban. Desde un principio los atenienses asumieron el mando en todos los sentidos, tanto en el militar como en el económico (los hellenotamos eran al parecer atenienses). El poder de Atenas fue en aumento, al recelo de Esparta, y supo unificar las reivindicaciones helenas de autodefensa ante el peligro persa (en parte aún latente) con sus propios intereses de supremacía y control en el Egeo. Pero una vez superado el peligro persa se produjeron las primeras rebeliones de algunos de los aliados, quienes empezaban a ver con malos ojos la soberanía que ejercía Atenas en una confederación que ya les empezaba a resultar innecesaria. Las tensiones entre Atenas y sus aliados aumentaron y hubo diversos intentos de defección, como el de Naxos (474 aC). La confederación de Delos se convirtió progresivamente en una arma utilizada para defender la posición ateniense, que sólo se mantuvo gracias a una política sumamente represiva. Como alude Tucídides, la potencia sólo se obtiene mediante el manejo de importantes recursos financieros, y estas reservas solo se aseguran con el dominio del mar. Atenas así lo puso en práctica.

Dentro de la ciudad, los hechos sucedidos alcanzaron también cierta agitación. Cabe destacar el enfrentamiento entre Temístocles y Cimón. Hubo ciertas tensiones provocadas por diferentes opiniones en lo que se refería a las relaciones con Esparta, la utilización de la hegemonía y el desarrollo de las instituciones políticas de la ciudad. Temístocles fue víctima del ostracismo, que le llevó a Argos, donde instigó una guerra contra Esparta. Cimón, promoviendo una actitud proespartana al socorrer a Esparta con una expedición bajo su propio mando, al verse fracasada su política (sus apoyos fueron rechazados por los espartanos en último momento), también fue objeto del ostracismo el año 462 aC. Con la vuelta de Cimón a Atenas el año 451 aC, las cosas habían dado un giro importante. Se había llevado a cabo una reforma fundamental (promovida por un oscuro personaje llamado Efialtés) para el futuro desarrollo del régimen democrático, que debilitó considerablemente el Areópago en pros del Consejo. El poder del Areópago se vio fuertemente mermado y su carácter como institución política se desdibujó. Se puede situar en este momento el nacimiento de la democracia ateniense.

Fuente

Francisco Javier Gómez Espelosín: Introducción a la Grecia antigua. Alianza editorial, Madrid, 2014.

Imágenes

Ostracon con el nombre de Cimón. Agora Excavations (Consultado el 21 de junio de 2016). http://agora.ascsa.net/image?type=preview&id=Agora%3AImage%3A2012.02.7485

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